Mi viaje en moto al puerto de Honduras

una aventura entre paisajes otoñales y bosques

VIAJES

Miguel A.

2/19/20244 min leer

Mi viaje en moto al puerto de Honduras: una aventura entre paisajes otoñales y bosques

Hola, soy Miguel, y hoy os voy a contar mi viaje en moto al puerto de Honduras, una de las rutas más bonitas y emocionantes que se pueden hacer en Extremadura. El puerto de Honduras es un paso de montaña que une los valles del Jerte y del Ambroz, y que ofrece unas vistas espectaculares de ambos lados. Tiene una longitud de unos 35 kilómetros, con una pendiente media del 5%, y una altitud máxima de 1.440 metros. Es un puerto muy apreciado por los amantes de la moto, por su asfalto en buen estado, sus curvas y su paisaje.

La subida desde el valle del Jerte

Para empezar mi aventura, salí desde Cabezuela del Valle, un pueblo del valle del Jerte, famoso por sus cerezos y por su arquitectura tradicional. El valle del Jerte es uno de los lugares más bellos de Extremadura, sobre todo en primavera, cuando los cerezos se llenan de flores blancas, y en otoño, cuando las hojas se tiñen de colores ocres, rojos, amarillos y verdes. Yo tuve la suerte de ir en otoño, y disfrutar de ese espectáculo natural que se llama la Otoñada[^1^][1].

La subida al puerto de Honduras desde el valle del Jerte es una delicia para los sentidos. A medida que iba ganando altura, podía ver cómo el paisaje cambiaba, pasando de los cerezos, los castaños y los álamos, a los robles, los piornos y los abedules. El contraste entre el verde de los prados, el marrón de los bancales y el rojo de las hojas era impresionante. El aire fresco y el sonido de las gargantas me acompañaban en mi ascenso.

El paisaje sin apenas árboles durante la subida

A partir de los 1.000 metros de altitud, el paisaje se vuelve más árido y despejado. Los árboles se hacen más escasos y dan paso a los matorrales, como los brezos, las jaras y los piornos. Estos últimos son unos arbustos que se adaptan muy bien al frío y a la sequía, y que en primavera se cubren de flores amarillas, dando un toque de color a las laderas. En esta zona, también se pueden ver algunos animales, como las cabras montesas, los jabalíes y los buitres leonados.

La subida se hace más dura y exigente, pero también más emocionante y divertida. Las curvas se suceden sin descanso, y hay que estar atento al asfalto y a la señalización. El puerto de Honduras tiene fama de ser uno de los más peligrosos de España, por su trazado sinuoso, su escasa visibilidad y su frecuente niebla. Por eso, hay que ir con precaución y respetar los límites de velocidad.

Las increíbles vistas desde arriba

Tras unos 17 kilómetros de subida, llegué al punto más alto del puerto de Honduras, a 1.440 metros sobre el nivel del mar. Allí me esperaba una recompensa inigualable: las vistas panorámicas de los dos valles que se extienden a ambos lados de la sierra. Por un lado, el valle del Jerte, con sus pueblos blancos, sus cerezos y sus gargantas. Por otro, el valle del Ambroz, con sus bosques de robles, sus castillos y sus balnearios. Al fondo, el macizo de Gredos, con sus cumbres nevadas.

Me bajé de la moto y me quedé un rato contemplando el paisaje, respirando el aire puro y sintiendo la brisa en la cara. Era un momento mágico, de esos que se quedan grabados en la memoria. Saqué algunas fotos para inmortalizar el momento, y aproveché para descansar y beber algo. También me encontré con otros moteros que habían hecho la misma ruta, y compartimos impresiones y experiencias.

La bajada hasta Hervás y el museo de la moto

Después de disfrutar de las vistas, me dispuse a bajar por el otro lado del puerto, hacia el valle del Ambroz. La bajada fue más rápida y fácil que la subida, pero no menos bonita. El paisaje se volvió más verde y frondoso, con robles, castaños y nogales. El valle del Ambroz es más cálido y húmedo que el del Jerte, y tiene una gran riqueza natural y cultural. Algunos de sus pueblos son Conjuntos Histórico-Artísticos, como Baños de Montemayor, Granadilla o Hervás.

Mi destino final era Hervás, un pueblo que tiene una de las juderías mejor conservadas de España, con sus casas de adobe y madera, sus calles estrechas y empedradas, y su sinagoga. Pero lo que más me interesaba de Hervás era el museo de la moto y el coche clásico[^2^][2], un lugar que todo amante de las dos ruedas debería visitar. Se trata de una colección privada de más de 300 motos y coches antiguos, de diferentes épocas y marcas, que se exhiben en ocho pabellones. Allí se pueden ver desde Harley Davidson, BMW, Zundapp, Montesa, Bultaco, Guzzi, hasta carruajes de época, triciclos, cochecitos de muñecas y otras piezas curiosas.

Llegué al museo y me quedé maravillado con la cantidad y la variedad de vehículos que había. Me gustó mucho ver las motos que habían marcado la historia de la industria y de la sociedad, y recordar los modelos que habían sido parte de mi vida. También me llamó la atención la arquitectura del museo, con sus formas curvas y su integración en el entorno. El museo tiene además una cafetería, una tienda, un mirador y un parque infantil. Es un lugar ideal para pasar un buen rato y aprender sobre la evolución de la moto y el coche.

Después de visitar el museo, aproveché para comer algo en Hervás. El pueblo tiene una buena oferta gastronómica, basada en los productos de la tierra, como el jamón ibérico, el queso de cabra, las setas, las migas, el cabrito y los dulces típicos. Me decanté por un plato de migas con chorizo y huevo, acompañado de una cerveza fresca. Estaba delicioso y me dio fuerzas para seguir mi viaje.

Conclusión

Mi viaje en moto al puerto de Honduras fue una experiencia inolvidable, que recomiendo a todos los que les guste la moto y la naturaleza. Fue una aventura entre paisajes otoñales y bosques, con unas vistas increíbles y un museo de la moto impresionante. Disfruté mucho de la ruta, de la moto, del paisaje y de la gastronomía. Fue un día perfecto, de esos que se quedan grabados en el corazón.