A motorcycle parked on the side of a street

Escapada Romántica Costa Azul (Parte I)

Una escapada en moto por la Costa Azul sin planes ni reservas. Curvas perfectas, viñedos, y un Saint-Tropez de película con fiestas tradicionales, historia y lujo inesperado. Descúbrelo. Es importante en esta vida hacer alguna Escapada Romántica

VIAJES

Miguel A.

8/7/20253 min leer

Saint-Tropez y la Costa Azul en moto

Una escapada romántica inolvidable (Parte 1)

Esta historia tiene ya unos años largos. No todas las rutas nacen con un plan. Algunas simplemente suceden. Esa mañana de julio no teníamos reservas, ni fechas, ni mapa sobre la mesa. Sólo una moto —mi vieja Suzuki V-Strom 650—, un puñado de ganas y una compañía que hace que cualquier camino valga la pena: mi mujer. Salimos desde Tolón con la promesa de dejarnos llevar por la Costa Azul, sin horarios ni exigencias, dejando que el viaje nos guiara.

El despertar en Pierrefeu-du-Var

La carretera nos llevó hacia el noreste, entre colinas cubiertas de vegetación mediterránea. El aire tenía ese olor que sólo se encuentra en el sur de Francia: una mezcla de pino, mar y tierra caliente. Pierrefeu-du-Var apareció como un susurro entre los viñedos. Aparcamos junto a una terraza sencilla, donde el café olía a hogar y el pan aún humeaba.

Desayunamos sin prisa, mirando cómo el pueblo se desperezaba bajo el sol. El ambiente era rural, casi detenido en el tiempo. Sentados en silencio, nos bastaba con mirarnos para saber que estábamos en el lugar correcto, aunque no supiéramos a dónde íbamos.

Curvas entre viñedos: rumbo a Grimaud

Desde allí tomamos una de esas carreteras que parecen diseñadas por y para moteros. Una cinta estrecha de asfalto, tan angosta que apenas cabrían dos coches, nos llevó serpenteando entre colinas y viñedos centenarios. Era un carril secundario que subía y bajaba, sin tráfico, sin interrupciones, sin más ruido que el motor de la V-Strom y el viento silbando en el casco.

Cada curva era un regalo. Los árboles se abrían a cada lado como si se inclinaran al paso de la moto. Las tumbadas se sucedían una tras otra, fluidas, naturales, casi hipnóticas. No había necesidad de correr. Bastaba con fluir.

Saint-Tropez: el lujo, la historia y una fiesta inesperada

La carretera nos dejó en Grimaud, y de allí, en poco tiempo, llegamos al corazón de la joya de la Costa Azul: Saint-Tropez. Era 11 de julio, y por casualidad, el pueblo celebraba sus fiestas tradicionales. La casualidad nos regaló una escena sacada de otra época: una orquesta tocando en la plaza, personas disfrazadas con trajes de época —algunos de la era de la Revolución Francesa, otros con uniformes napoleónicos—, música, risas, olor a comida callejera.

Saint-Tropez es un lugar que siempre impresiona. Pasear por sus calles empedradas, entre fachadas en tonos pastel y tiendas de lujo, es como caminar por una película. Pero lo mejor está en los contrastes. Porque tras el escaparate de boutiques y yates de millones de euros, sigue habiendo un alma de pueblo marinero.

Monumentos y rincones con historia

Subimos hasta la Ciudadela de Saint-Tropez, una fortaleza del siglo XVII desde la que se obtienen vistas panorámicas del golfo. En su interior, el Museo de Historia Marítima recuerda el pasado pesquero del pueblo, cuando la palabra “lujo” no se escribía con diamantes, sino con redes y salitre.

De regreso al centro, paseamos junto a la Église Notre-Dame-de-l’Assomption, con su característico campanario ocre que domina el casco antiguo. Allí, entre el bullicio de la fiesta y los turistas, nos dimos un respiro bajo la sombra de una palmera.

El puerto: escaparate de sueños

Y por supuesto, el puerto de Saint-Tropez. No hay nada más hipnótico que caminar entre los amarres repletos de yates blancos como palacios flotantes, mientras los camareros de los cafés bordean las terrazas con paso ágil. Algunos barcos son tan grandes que parecen edificios. Otros, más discretos, llevan historias que no necesitan exhibirse.

Nos sentamos en un banco, frente al mar, y simplemente observamos. El ir y venir de los turistas, las risas, el tintinear de las copas... y, detrás de todo eso, la calma inmensa del Mediterráneo.

La salida: tráfico y despedidas temporales

Cuando decidimos continuar, el embrague empezó a recordarnos que no todo en la Costa Azul es perfecto: los atascos empezaban a apoderarse de las salidas. Las calles que antes eran nuestras ahora estaban llenas de coches, autobuses y taxis. Era como si Saint-Tropez nos dijera “ya basta, volved a la carretera”.

Así lo hicimos. Nos alejamos del glamour y de la fiesta, buscando de nuevo esas carreteras secundarias donde sólo estás tú, tu moto y el mundo que se abre paso curva a curva.

Continuará...

green trees near body of water under blue sky during daytime
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a man in a blue jacket and white pants
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