
Col de Turini en moto: el gran final de nuestra escapada romántica por la Costa Azul
Una escapada romántica sobre una V-Strom del 2007 que nos llevó a subir el mítico Col de Turini, vivir curvas de rally y terminar nuestro regreso a Tolón con emoción y paisajes de postal.
VIAJES
De Moulinet a Tolón: la última etapa de una escapada romántica inolvidable


Era un viaje que ocurrió hace años, pero sigue tan vivo en mi memoria como si lo hubiera vivido ayer. Iba al manillar de mi V-Strom 650 del 2007, y con mi mujer de copiloto habíamos recorrido desde Tolón, subido por Saint-Tropez, Cannes, Mónaco, Menton, cruzado a Italia… y ahora, desde Moulinet, comenzaba la etapa final de esta aventura.
Después de comer en ese tranquilo pueblo de montaña, nos preparamos para lo que sería la última parada antes del regreso: el mítico Col de Turini. La carretera nos recibió con curvas cerradas, paisajes que desafían al vértigo y tramos que parecían salidos de un rally: asfalto impecable, zonas con grava suelta, y algo de off-road ligero que me sacaba una sonrisa. A mi mujer… un poco menos, jeje.
La historia del Col de Turini es legendaria: se trata de uno de los puertos más famosos del Rally de Montecarlo, escenario de batallas míticas entre pilotos que lo suben y lo bajan con audacia. Subir por él en una moto trail, sin cronómetro ni presión, fue un sueño que se hizo realidad. En cada curva revivía la sensación de esas máquinas de competición trazando el asfalto con la precisión de un bailarín.
Al llegar al mirador superior, la vista era impresionante: la carretera encerrada entre montañas, el valle desplegándose hacia el mar lejano, una panorámica que te detiene el aliento. Justo allí, un hotel-restaurante antiguo se alzaba solitario, como invitándome a quedarme una noche. No era posible en ese momento, pero lo anoté en mi cuaderno: “Para la próxima, aquí pasarás la noche”.
Sin embargo, el reloj no se detiene y teníamos que llegar a Tolón antes de las 18:30. Tomamos la ruta marcada, y por si quieres seguirla, aquí está el enlace al mapa con nuestro trayecto exacto:
Google
Rodamos hacia abajo, dejando atrás el Turini, cruzando túneles que cortan la montaña como cicatrices de ingeniería, y avanzando por carreteras que bordean valles y bosques. La tarde avanzaba y el aire volvía a ser cálido, con ese gusto a mar que nos anunciaba que Tolón estaba cerca.
Cuando llegamos, la ciudad nos recibió con su puerto siempre bullicioso, los barcos balanceándose al atardecer y las callecitas vibrantes. Casi no podíamos creer que habíamos rodado desde la costa azul hasta aquí, sin plan, con una vieja V-Strom y muchas ganas de sentir cada kilómetro.
La última curva antes de aparcar fue como el final de una sinfonía: cerramos los cascos, recorrimos el casco antiguo y nos sentamos frente al mar. No hacía falta decir nada. Lo habíamos conseguido. Cada tramo, cada curva, cada mirada compartida en el camino quedaba grabada como la última página de una historia perfecta.
Fin de la escapada romántica… por ahora. Pero, como siempre, el viaje continúa si uno quiere ponerle alas.

